jueves, 30 de abril de 2009


Las 11 de la mañana. Era la hora del café mañanero. Minerva y yo ocupábamos la mesa de siempre, la de la esquina, debajo de la tele del bar de la oficina. Hacía un buen rato que habíamos dejado de hablar, o que había perdido el hilo de la conversación, o que había dejado de escuchar a Minerva. Me di cuenta que llevaba demasiado tiempo sin asentir ni decir nada, y eso solo podía significar una cosa …

Levanté la vista, y como sospechaba, Minerva me miraba con su sonrisa permanente, moviendo la cabeza hacia los lados, como son resignación.


- ¿Qué? Le dije haciéndome la sorprendida, aunque como sospechaba ...
- ¿Qué voy a hacer contigo? Te quedas alelada a la primera de cambio. ¿Qué tiene ese tio, que te tiene tan … así?
- Nada, si yo … estaba pensando en … una cosa.
- Ya, una cosa morenita, alta, que empieza por A y termina por –Lex, ¿verdad, picarona?
- ¡Venga ya!
- En serio, ¿qué es? ¿qué tiene? Un buen culito, vale. Pero ¿qué más hay?
- Uff …

Estaba organizando como darle tanta información en tan poco tiempo, cuando llegó gente de la oficina a nuestro mismo rincón. Me reclamaban en el despacho.


- ¡Lucía! No te creas que se me olvida aquí, ¡te mando deberes para casa!


jueves, 23 de abril de 2009

Si me quisieras



sábado, 18 de abril de 2009


Después de aquella cita inesperada llegaron otras. Cervezas de risas, una cena, unas pizzas, muchas pelís en casa, una tarde de cine, otra en el parque, citas a solas, otras con amigos, tardes de turismo, noches de copas, mañanas de compras, cafés interminables, canciones al oído, visitas al trabajo … y muchas, muchas noches preguntándome si todo aquello era porque me querías ... o es que solo te caía bien.

jueves, 9 de abril de 2009

Minerva


Minerva era la persona mas impresionante que había conocido en mucho tiempo. Nos conocimos por teléfono y mantuvimos una relación de trabajo muy cordial que había terminado convirtiéndose en los últimos meses en una bonita amistad. Las cortas llamadas entre centrales empezaban a durar más de lo establecido, y las conversaciones personales cada vez eran mas satisfactorias. Ahora pienso que, a ella le debo todo. Ella fue la que me habló de la vacante en su central y la que me animó a venirme.

Nos conocimos en persona el mismo día en que llegué en el aeropuerto. Como salida de una serie de ficción, aparecia frente a mí una mujer de pelo muy rizado y rojo, muy alta y con la sonrisa mas grande que he visto nunca. Se abrió paso a codazos entre la multitud de familiares que se congregaban a la salida de pasajeros y me abrazó tan fuerte, que tuve miedo. Minerva es de esas personas que en un primer momento echan para atrás. Es impulsiva, locuaz, atrevida, un terremoto. Pero solo bastan unos minutos para descubrir que es tierna como un osito de gominota, y la persona mas entregada que conoceré nunca.

Desde que apareció en mi vida todo ha sido mucho mas fácil. No solo integrarme en un equipo de trabajo nuevo, si no el desenvolverme en una ciudad que no conozco y en un idioma que hasta entonces no controlaba lo bastante bien. Estuvo viviendo en mi casa los primeros quince días a petición mía, cuando peor estaba, y solo se fue cuando se aseguró que todo aquello no me venía grande y que estaba preparada para volar sola. Si es que Minerva a sido para mí más que una amiga, como una madre. Una madre joven, eso sí, pues nos llevamos 10 años. Y marchosa como ella sola.

En conjunto nos complementamos bastante bien, ella me da la vida y la energía que a veces me falta, y yo le doy a ella la serenidad y la calma que nunca tiene. Y aunque ella siempre tiene la ultima palabra, y aunque siempre habla sin pensar y se deja llevar mucho mas por sus presentimientos que por su razón, siempre lleva razón. Por eso la admiro y la quiero tanto.

lunes, 6 de abril de 2009