sábado, 12 de junio de 2010

¡Por las mujeres!


Hubo una fiesta en la empresa para celebrar la aprobación del proyecto, y con él la incorporación del departamento interno. Mi superior anunció oficialmente que me quedaba en ese puesto, y mis compañeros compraron una tarta. Aquella misma noche conocí a los que después serían mis nuevos compañeros y mi mano derecha: Paula y Jordi.


Minerva llevaba un sombrerito de cartón y una guirnalda al cuello, estaba muy contenta. Me cogió de la mano y me llevó a mi despacho


- Tengo una sorpresa - dijo.


Nos sentamos sobre la mesa de mis despacho, con los brazos rodeándonos las piernas, como dos niñas rebeldes. Descorchamos una botella de champán y brindamos.


- ¡Por las mujeres! ¡y nuestro futuro profesional!


Dimos un trago largo, como el último de los domingos por la tarde antes de volver a casa. Después me dió una cajita, en ella un colgante de plata con un lazo morado.


- Es tu regalo, para que nunca olvides lo muchísimo que vales, y lo mucho que te quiero.


Nos fundimos en un abrazo largo, y empezaron a brotar lágrimas de mis ojos. Los últimos meses habían sido muy duros para mí, la presión de todo el proyecto, y todo lo que había pasado con Alex. Ella había sido mi sustento todo este tiempo. Se lo debía todo.


- Ahora esta decisión es tuya - dijo, mientras me acercaba el teléfono de la oficina - ¿Crees que debe saber que te quedas?


Mantuve el teléfono en las manos unos instantes, quizás rocé con mis dedos por unos segundos la primera tecla. Recordé aquella última conversación, aquellas palabras que me decían que todo se había jodido porque yo me iba. Colgué.


- ¡Por las mujeres! - y brindamos, una vez más.

miércoles, 2 de junio de 2010

Cuando te dejas la vida en un abrazo


Es un abrazo normal. Pero sabes que esos pocos segundos son los únicos que vas a tener para decirle muchas cosas sin que escuche el mundo entero. Para poder decirte a tí misma que ha sido tuyo, aunque solo sean unos efímeros segundos. Por eso, cuando se produce el abrazo, aprietas los brazos contra su cuerpo, intentando escuchar sus pensamientos, rebobinando miles de ideas mientras aspiras su aroma.


¿Habrá sentido él lo mismo?