martes, 8 de noviembre de 2011

Con otros ojos.


Mi hombro fue el primero en advertir su presencia. Sabía que ese vestido palabra de honor iba a hacerme un favor en algún momento. La piel se erizó cuando sentí sobre ese hombro el tacto de su fina y descuidada barba de una semana. "Ya pensaba que no bajarías nunca" dijo en mi oído antes de que yo pudiera girar la cabeza y mirarlo a los ojos. Otra vez esas arruguitas ocultando sus ojos verdes. Otra vez esa sonrisa inmensa que tanto me gustaba. Y otra vez mis pómulos ocultando mis ojos y haciendo de ellos tan solo una fina linea.

No me di cuenta hasta ese momento de que había sido buena idea acudir a última hora a ese aburrido seminario de fin de semana. No habríamos tenido nunca una oportunidad así para brindar con champán en la terraza de un hotel de cinco estrellas, al aire libre y ronzando la media noche. Una de esas noches en las que parece que los planetas realmente se alinean. O por lo menos eso seguía percibiendo mi hombro, mientras el se situaba tras de mí y rodeaba mi barriga con su brazo. "Tenía que felicitarte, has estado estupenda" añadió en mi oído. Brindamos una vez más, en silencio, mientras me preguntaba a mí misma cómo había tardado tanto tiempo en verlo con otros ojos.