martes, 8 de noviembre de 2011

Con otros ojos.


Mi hombro fue el primero en advertir su presencia. Sabía que ese vestido palabra de honor iba a hacerme un favor en algún momento. La piel se erizó cuando sentí sobre ese hombro el tacto de su fina y descuidada barba de una semana. "Ya pensaba que no bajarías nunca" dijo en mi oído antes de que yo pudiera girar la cabeza y mirarlo a los ojos. Otra vez esas arruguitas ocultando sus ojos verdes. Otra vez esa sonrisa inmensa que tanto me gustaba. Y otra vez mis pómulos ocultando mis ojos y haciendo de ellos tan solo una fina linea.

No me di cuenta hasta ese momento de que había sido buena idea acudir a última hora a ese aburrido seminario de fin de semana. No habríamos tenido nunca una oportunidad así para brindar con champán en la terraza de un hotel de cinco estrellas, al aire libre y ronzando la media noche. Una de esas noches en las que parece que los planetas realmente se alinean. O por lo menos eso seguía percibiendo mi hombro, mientras el se situaba tras de mí y rodeaba mi barriga con su brazo. "Tenía que felicitarte, has estado estupenda" añadió en mi oído. Brindamos una vez más, en silencio, mientras me preguntaba a mí misma cómo había tardado tanto tiempo en verlo con otros ojos.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Rompiendo el hielo.



Al día siguiente, estábamos alrededor de la mesa de juntas hablando de nuestra futura colaboración.

A la semana, ya tenías un despacho al otro lado de la oficina.

A los diez días, remoloneaba alrededor de tu puerta, buscando una excusa para hablar.

A los doce la encontré, cuando sonaba LN Granada de Supersubmarina en tu despacho.

A los dieciocho nos tomamos un café, el primer café.

Esto de romper el hielo se me estaba haciendo eterno.

lunes, 29 de agosto de 2011

I don't know why I'm scared




I don't know why I'm scared, I've been here before.
Every feeling, every word, I've imagined it all.
You never know if you never try to forget your past
and simply be mine.

One and Lonely - Adele



No se porqué estoy asustada, ya he estado aquí antes.
Cada sensación, cada palabra, lo he imaginado todo.
Nunca sabrás si nunca intentas olvidar tu pasado
y ser simplemente mío.

martes, 23 de agosto de 2011

Maribel y Javi



Hay un banco cerca de mi trabajo donde suelo sentarme a menudo, sobre todo ahora en verano, que solemos tomarnos el cafelito fuera de la cafetería. En él no solo tomo café, sino que desconecto unos minutos antes de volver a la oficina y a menudo me quedo absorta en mis pensamientos y dudas existenciales. En su respaldo, y en pintura blanca, puede leerse “Maribel y Javi, 8/8/08”

A menudo no puedo evitar preguntarme qué será de Maribel y Javi. ¿Seguirán queriéndose tanto como para seguir dejando constancia de su amor por los bancos de Barcelona? ¿Se habrán separado? ¿Quién acompañará ahora el nombre de Maribel en otros bancos de la ciudad? ¿Y el de Javi? ¿Se acordará Maribel de Javi? ¿Y Javi de Maribel? ¿Se acordará Alex de mi? ¿Estará su nombre junto al de Marta grabado en algún banco?

Una buena amiga, Carlota, solía decirme que la incertidumbre en ciertos casos la mataba. A mí solo me da punzaditas en el corazón muy de vez en cuando, como en el día de hoy.

No se que será de Maribel y Javi, pero si se que su amor, de alguna forma, siempre permanecerá vivo en aquel banco.


martes, 16 de agosto de 2011

Las arruguitas de tus ojos


Ya no me acordaba, pero las arruguitas que tienes a los lados de los ojos, son muy graciosas. Ahora que te miro un poco más, podría decir que son preciosas. O son tus ojos verdes, que hacen bonito a cualquiera. Tenía tu voz grabada, ¡es tan personal! Aunque no te pega con tu cara. Cuatro años después y sigo pensando que tienes voz de señor. Y actitud de señor también, a pesar de ser un jovenzuelo. Las usuarias más mayores se quedaban sorprendidas al encontrar, tras tus pantalones bermudas y tus camisetas de grupos alternativos, a un hombre tan educado y atento. Ahora mismo, la señora de la limpieza está comentando esto mismo.

Tú dices que apenas he cambiado, que sigo igual de “flaca”, y lo acompañas de un apretoncito a mi antebrazo. Con la mano fija en el mismo lugar, me cuentas que has creado una empresa de formación junto a un socio aquí en Barcelona, que has venido a hacer “negocios” con mi jefe. Miro a mi jefe, justo a nuestro lado, e intento comunicarme con él telepáticamente. No funciona. Me sigues contando que has hecho estos últimos años, de forma un poco rápida y atropellada. Mi jefe mira el reloj, no le interesa nuestro reencuentro porque tiene prisa. Diriges tu postura hacia la puerta de su despacho, sin dejar de mirarme y sonreír. Por unos segundos me siento esa niña tímida y asustadiza que te escuchaba con la boca abierta. Casi dentro del despacho me dices que tenemos que ponernos al día. Con una cerveza, “o dos” apuntas en voz baja.


lunes, 8 de agosto de 2011

Lucas


Era una voz inconfundible. Salté de mi silla y me dirigí hasta el pasillo para cerciorarme de que era cierto. Era Lucas.

No era la primera vez que la vida lo ponía en mi camino. Lucas y yo nos conocimos en Granada, cuatro años antes, donde ambos trabajábamos en la misma empresa.

Yo era una becaria más, torpe y asustadiza. Él ocupaba un buen puesto, y entre sus numerosas tareas estaba el supervisar que yo iba a trabajar todos los días y que los usuarios estaban contentos con mi trabajo. Y aunque estaba fuera de su obligación, también me preguntaba qué tal estaba todas las mañanas, me deseaba buen fin de semana los viernes, apaciguaba mi nerviosismo cuando me encontraba con problemas y solucionaba mis muchísimas dudas con el trabajo. Algo muy a agradecer, teniendo en cuenta que en aquella empresa yo no era más que una becaria y por tanto, poco menos que un fantasma al que a nadie le interesa y del que nadie se preocupa.

Recuerdo su actitud conmigo como paternalista. No se si porque me veía como una cría vergonzosa y preocupada, o porque tenía siete años más que yo y eso le obligaba un poco a protegerme. Sin duda, el año en el que él supervisaba mi trabajo fue el que más arropada me sentí en aquella empresa, y eso que nuestro trato jamás se excedió de lo estrictamente profesional.

Nos veíamos en la oficina un par de veces o tres por semana, y no sabía nada más de él que lo que objetivamente podía ver. Un chico educado, serio, con aspecto bohemio y con una voz grave y encantadora que calmaba el huracán interno que suponía para mí enfrentarme a usuarios descontentos y compañeros que te miraban por encima del hombro.

El día que le dije que me iba de la empresa porque había conseguido un contrato mejor, se alegró bastante. Se levantó de su silla y me dio un beso suave y firme en la frente. En aquel entonces me pareció un gesto muy atrevido conociendo su seriedad y discreción, y tuve el presentimiento de que me perdía conocer a un chico muy distinto al que veía a diario en la oficina.

Fue la última vez que nos habíamos visto. Y ahora estaba allí, en el pasillo, mirándome estupefacto. Como yo a él.

martes, 2 de agosto de 2011

En un día como hoy



Lucía se sienta frente al teclado, pero no brota nada nuevo de sus dedos. Escribe unas palabras, borra algunas, y desiste. Desde que decidió olvidar a Alex parece que su historia ya no vale nada.

- ¿Acaso no vales nada sin Alex? – se apostilla a sí misma en voz alta.

Quizás se refiere a que su vida ha perdido cualquier atisbo de interés sin él.

- Tu trabajo también es muy interesante – vuelve a apuntarse en voz alta- Quizás no para un blog - se replica a sí misma.

Parece ser que, si no escribe sobre Alex, su inspiración se ha acabado. Es más, encender esa pantalla y abrir su blog le recuerda tanto a él, que le resulta contra producente cuando lo que intenta es olvidarle.

Decidirse a olvidarle fue su mejor decisión. Se encontraron unas cuantas veces más, de casualidad. Por la calle, en el supermercado y en algún bar. Al fin y al cabo, vivían en el mismo barrio. Y aunque para ella seguían saltando chispas en cada uno de esos encuentros (Grácia ardía una y otra vez) para él no suponía más que otro embarazoso encuentro al que poner buena cara y una apática sonrisa. Para Lucía suponía una noche más sin dormir.

Y tras muchas de esas noches, Lucía comprendió que, aunque estaba totalmente convencida de que él era el hombre de su vida, no siempre la vida nos da lo que realmente merecemos como nuestro. Fue una gran ayuda enterarse de que Alex y Marta se mudaban de barrio. Saber que por fin los bomberos apagaban las calles de Grácia para que jamás volvieran a arder fue el paso definitivo para marcarse su propósito. Se acabó.

Los días que vinieron después fueron muy distintos. Lucía decidió dar un respiro a su blog, y también a sus sentimientos. Decidió observar su vida en vez de contarla. Decidió disfrutar de todo lo bueno que la ciudad y sus amigos le ofrecían. Minerva, como siempre, pero también Jordi y Paula se convirtieron en piezas claves en esa nueva etapa. Su trabajo también llenaba una parte muy importante de su vida, mucho más tranquilo y fluido sin los sobresaltos amorosos que Alex le provocaba.

Era una vida tranquila y sencilla, sin mucho interés social quizás.

Todas las personas tenemos una filosofía de vida, una máxima. Una frase que resume nuestra modo de vivir o nuestro destino. La de Lucía era el mismo título de este blog: “En un día como hoy” Un día como hoy un cúmulo de circunstancias la habría traido a Barcelona. En un día como hoy, la vida se reorganizó sola para ponerla a los pies (literalmente) de Alex, Y en un día como hoy, la vida le dio un toquecito en el hombro, le dijo “hoy va a ser el día menos pensado”, cuando escuchó al fondo del pasillo la voz de Lucas.

domingo, 31 de julio de 2011

Un susurro




Me sentí caer al vació cuando me susurró al oído.

Ni sus ojos verdes, ni su sonrisa encantadora, ni siquiera su seductora voz en tonos graves habían conseguido ese efecto de dejarme caer a lo más profundo de mis instintos. Ese susurro, junto al suave tacto de su barba en mi piel, activaron el botón del ON de un montón de emociones que permanecían dormidos desde hacía meses.

Caí al vacío del descontrol de sentimientos, una vez más.

Pero no era Alex, ya no.