lunes, 8 de agosto de 2011

Lucas


Era una voz inconfundible. Salté de mi silla y me dirigí hasta el pasillo para cerciorarme de que era cierto. Era Lucas.

No era la primera vez que la vida lo ponía en mi camino. Lucas y yo nos conocimos en Granada, cuatro años antes, donde ambos trabajábamos en la misma empresa.

Yo era una becaria más, torpe y asustadiza. Él ocupaba un buen puesto, y entre sus numerosas tareas estaba el supervisar que yo iba a trabajar todos los días y que los usuarios estaban contentos con mi trabajo. Y aunque estaba fuera de su obligación, también me preguntaba qué tal estaba todas las mañanas, me deseaba buen fin de semana los viernes, apaciguaba mi nerviosismo cuando me encontraba con problemas y solucionaba mis muchísimas dudas con el trabajo. Algo muy a agradecer, teniendo en cuenta que en aquella empresa yo no era más que una becaria y por tanto, poco menos que un fantasma al que a nadie le interesa y del que nadie se preocupa.

Recuerdo su actitud conmigo como paternalista. No se si porque me veía como una cría vergonzosa y preocupada, o porque tenía siete años más que yo y eso le obligaba un poco a protegerme. Sin duda, el año en el que él supervisaba mi trabajo fue el que más arropada me sentí en aquella empresa, y eso que nuestro trato jamás se excedió de lo estrictamente profesional.

Nos veíamos en la oficina un par de veces o tres por semana, y no sabía nada más de él que lo que objetivamente podía ver. Un chico educado, serio, con aspecto bohemio y con una voz grave y encantadora que calmaba el huracán interno que suponía para mí enfrentarme a usuarios descontentos y compañeros que te miraban por encima del hombro.

El día que le dije que me iba de la empresa porque había conseguido un contrato mejor, se alegró bastante. Se levantó de su silla y me dio un beso suave y firme en la frente. En aquel entonces me pareció un gesto muy atrevido conociendo su seriedad y discreción, y tuve el presentimiento de que me perdía conocer a un chico muy distinto al que veía a diario en la oficina.

Fue la última vez que nos habíamos visto. Y ahora estaba allí, en el pasillo, mirándome estupefacto. Como yo a él.

0 cosas que decir: