domingo, 28 de marzo de 2010

Un regalo.


En mis momentos de ensoñación, me gusta poner letra a las canciones instrumentales.

Entonces se convierten en pedacitos de amor tan hermosos, que me gustaría meterlas en una caja y dejarla a las puertas de tu casa. Para que la abras, y te enamores. Como yo.

¿Quieres probar tu también?

domingo, 21 de marzo de 2010

Esto tenía que pasar




Lucía y Alex hicieron el amor.

Ella lo sospechó cuando despertó y encontró a Alex durmiendo a su lado. Lo confirmó cuando, al mirar bajo las sábanas, descubrió que ambos estaban desnudos. Pero ella, perjudicada por el alcohol, no recordaba apenas nada de lo acontecido en esa cama. Solo imágenes sueltas que perfectamente podían haber formado parte de un (muy buen) sueño. Recordaba los dedos de él apartándole un mechón de la cara, sus manos clavándosele con fuerza en las caderas, el escozor de sus uñas clavadas en su espalda. Poco más. De todo aquello Lucía solo conservaba unas terribles agujetas en los muslos. Como antiguamente le pasaba.

Empezó a hacerse una larga lista de preguntas que quizás jamás tendrían respuesta. ¿De quién de los dos habría sido la iniciativa? A Lucía siempre le preocupaba desnudarse delante de un hombre. En esos momentos, nunca sabía como hacerlo de manera correcta para no parecer demasiado ansiosa, pero tampoco perder el ritmo del calentón. Le daba tantísima vergüenza. Y se seguía haciendo interminables preguntas ¿habría sido un polvo salvaje, o uno lento y romántico? ¿Habría disfrutado? ¿Se habrían hablado al oído?

Mientras todas esas preguntas rondaban su mente, Alex se despertó. Se giró de costado y con los ojos aún somnolientos, iluminó la mañana a Lucía con una de sus encantadoras sonrisas. Se miraron unos instantes sin decirse nada, pues en esas condiciones no hacía falta. El agrandó más si cabe su sonrisa y atrajo el cuerpo desnudo de Lucía hacía el suyo. Se besaron, y entrelazaron sus piernas mientras Alex retiraba el flequillo de la frente de Lucía.

En esta ocasión, y con los cinco sentidos intactos, Lucía sintió por segunda (o por primera vez) su cuerpo sobre el de Alex, los brazos de el rodeando su espalda, el aliento de su boca entreabierta sobre su pecho.

- Esto tenía que pasar – dijo Alex, con la respiración entrecortada y en pleno clímax.
- Te amo – susurró ella en un gemido ininteligible.


Cuando Alex se fue, Lucía comenzó a preguntarse si alguien le quitaría lo bailao.

lunes, 15 de marzo de 2010

Cuando menos te lo esperas (II)



A duras penas cogimos un taxi. La gala fue un aburrimiento pero aprovechamos bastante la fiesta de después, sobre todo cuando empezamos a perder la cuenta de las copas que llevábamos. Y no, no era pronto. Alex le dio al taxista mi dirección, ya se iría él andando después de dejarme en casa. Llegamos a mi portal e hicimos acopio de despedirnos, entre risas y traspiés varios. En uno de ellos, me abrazó por la cintura y se quedó mirándome unos eternos segundos, mientras mantenía una mueca de sonrisa en su cara. Me gustaba imaginar qué pensaba en esos momentos. Agachó un poco la cabeza, hasta ponerla a mi altura, y volvió a hacerlo. Nos besamos unos segundos, mientras subía sus manos por mi espalda hasta llegar a mi cuello. Me miró, no dijo nada y se limitó a sonreir. Me siguió besando mientras calentaba mis mejillas con sus manos. Por primera vez reaccioné, abrazándolo hacia mi con mucha fuerza, que al echarnos sobre la puerta, esta se abrió.

- Sube – dije casi sin querer.

Recuerdo poco más. La fuerte luz del ascensor deslumbrándonos mientras nos besábamos, algún tropezón en el rellano, mis llaves cayendo en el parquet del recibidor de mi casa, la oscuridad …

domingo, 7 de marzo de 2010

Cuando menos te lo esperas (I)




Son las 7 de la tarde, y Lucía está tumbada en el sofá. Acaba de llegar de trabajar y lo único que le interesa es dejar reposar sus pies hasta la hora de cenar. Bueno, quizás sea lo único que le interesa. Piensa en Alex y en si habrá empezado ya la gala de premios a la que está invitado esa misma tarde. Pone la tele, pero no hay ni rastro en ninguna cadena. Resopla.

Suena el timbre. A Lucía le molesta interrumpir su momento de descanso y se pregunta quién será mientras arrastra las zapatillas por el pasillo. Mira por la mirilla. Exclama “¡coño!” mientras se mira al espejo y se peina con los dedos dos mechones de pelo completamente enredados.

Lucía: Alex … ¿tú por aquí? … Qué sorpesa.
Alex: Vengo a que me digas que te parezco ridículo con este traje.
L: Estás genial, en serio.
A: Gracias – mientras sigue apoyado en el marco de la puerta.
L: Pasa, ¿A que hora te vas?
A: Ya, iba de camino.
L: ¿Está Marta abajo? – y aprieta los labios.
A: No, ya sabes que a ella no le gustan estas cosas.
L: ammm ..
A: He hecho esta parada para proponerte que te vengas conmigo.
L: ¿Qué?
A: ¡vamos! Será divertido.
L: Pero … yo es que … no puedo, no tengo nada que ponerme . además …
A: ¿Me dejas comprobarlo por mí mismo? – entra y se dirige al cuarto de Lucía, abriendo su armario y separando las perchas una a una – ¿Y este vestido lila? Tiene hasta el ticket puesto.
L: Es para la boda de mi prima, en Granada, el mes que viene …
A: Póntelo, ¡venga Lucía! Nos lo podemos pasar muy bien. Champán, canapés, una gala entretenida, buena música … ¡y una fiesta después! ¡Todo gratis Lucía!
L: ¿Y quien madruga mañana?
A: Prometo traerte temprano. ¿Me regalas tu compañía, si?

En media hora Lucía estrena su vestido lila, y se dirige del brazo de Alex a un taxi.

lunes, 1 de marzo de 2010

Un sueño

Anoche tuve uno de los pocos sueños que recuerdo de forma totalmente nítida.


Una mesa, en el centro de un restaurante. No se si hay alguien mas, yo solo te veo a ti. Me he puesto mi vestido azul oscuro, ese que siempre reservé para nuestra primera cita romántica.


La cena se ha acabado y sobre la mesa solo quedan nuestras cucharillas de postre, unas servilletas usadas y una vela a medias. De fondo suena una versión femenina de esa balada que tanto te gusta.


Hace unos minutos que nos estamos mirando fijamente a los ojos. No puedo soportarlo más, y me sale una sonrisa de emoción que intento retener mordiéndome el labio. Casualmente, tú estás haciendo lo mismo, y me gusta tanto. En un par de ocasiones he dejado caer mi brazo estirado sobre un lado de la mesa, con la mano abierta. Te he visto mirar de reojo, pero no te has atrevido a cogerme la mano, hasta el tercer o cuarto intento. "Is the freakiest show" sonaba mientras entrelazabas tus dedos con los míos.


Bajo la mesa, mis pies están de puntillas, como si el resto de mi cuerpo esperara con impaciencia un beso. Un beso que llega cuando te inclinas sobre la mesa y levantas mi barbilla con la mano. Un beso que llega cálido y tras el que no puedo hacer mas que marcar una vez mas mis pómulos ruborizados, y pestañear.


Te estoy diciendo tantas cosas sin que me oigas... Será verdad, que hay vida en marte.