martes, 10 de agosto de 2010

Mi hogar.



Acabaron las vacaciones, y volví a Barcelona. Entré a mi apartamento, y todo parecía tan distinto. Había pasado los últimos 18 meses allí, y ahora me sentía extraña sentada en su sofá. Quizás se debiera a que siempre había visto ese apartamento como una transición, como una estancia con fecha de caducidad de 18 meses, y nunca como algo mío. Por eso aún no había arreglado ese muelle que sobresalía su sofá, ni me había planteado cambiar la distribución del salón ni utilizar el cuarto vacío como vestidor. Solo me preocupaba como iba a quitar esas cortinas que me había hecho mi madre antes de venir por primera vez, ya que me costó muchísimo ponerlas. También me preguntaba como quedarían en mi casa de Granada, cuando volviera. Pero ahora todo eso cambiaba. Mi estancia se volvía indefinida desde aquel momento, tenía un contrato fijo que me ataba a esa ciudad, hasta que yo quisiera. Me costó un rato digerirlo. Digerir que a partir de aquel momento no estaba en Barcelona por trabajo, sino que aquella ciudad me acogía como a una catalana más. Digerir que aquel era ahora mi hogar.

- Soy de aquí. – Me dije en voz alta.

Como no acaba de convencerme, fui a comprar kilos de pintura de colores para pintar las paredes e mi nuevo hogar. Me quedaban por delante muchas tardes de bricolaje.

1 cosas que decir:

Ariana dijo...

Creo que una de los momentos más bonitos ar de la vida es cuando conviertes un lugar en tu hogar.

Anque pareza increible ya tengo pensados los colores de las paredes de un muuy futuro hogar mío.

Me alegra verte otra vex por aquí.

Besos!!