Al día siguiente, estábamos alrededor de la mesa de juntas hablando de nuestra futura colaboración.
A la semana, ya tenías un despacho al otro lado de la oficina.
A los diez días, remoloneaba alrededor de tu puerta, buscando una excusa para hablar.
A los doce la encontré, cuando sonaba LN Granada de Supersubmarina en tu despacho.
A los dieciocho nos tomamos un café, el primer café.
Esto de romper el hielo se me estaba haciendo eterno.