martes, 31 de marzo de 2009

Dame una cita ....



A aquella visita repentina, le siguieron unas cervezas. Después un par de Emails, la recomendación de una película y la promesa de que, quizás -en un futuro, algún día- podríamos verla juntos. Rachas de silencios interrumpidas por algún mensajito de teléfono y una llamada equivocada, que terminó a los 32 minutos.

16 interminables días en los que, en cada uno de sus correspondientes 23040 minutos no dejé de imaginar cómo podía pedirle una cita. O una cerveza, o cualquier pretexto que me permitiera volver a verlo, volver a estar cerca suya.

En eso iba pensando, cuando un sábado por la tarde, me lo encontré al cruzar un semáforo de Gràcia.

- ¿Qué tal sigues? ¿duele eso ya? Venga, súbete, que te invito a una cerveza.

¿Asi de facil era?

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