Pasaron los días, las semanas … quizás los meses. Y lucía comenzó a conformarse con las migajas que le sobraban a Marta.
Empezó a conformarse con las llamadas de Alex cuando Marta aún trabajaba, con sus visitas furtivas a la oficina, con que no respondiera casi nunca a sus llamadas, con sus emails una o dos veces por semana … Con poco.
Y lo peor que le podía pasar a una persona ambiciosa (y enamorada hasta la médula) era empezar a conformarse. Pero no veía otra solución menos dolorosa, al menos no a corto plazo.
Los días volvieron a hacerse oscuros y solitarios, como cuando llegó nueva a la ciudad, hacía ahora un año.
Y lo peor que le podía pasar a una persona ambiciosa (y enamorada hasta la médula) era empezar a conformarse. Pero no veía otra solución menos dolorosa, al menos no a corto plazo.
Los días volvieron a hacerse oscuros y solitarios, como cuando llegó nueva a la ciudad, hacía ahora un año.